Novelista, ensayista, crítico literario y profesor. Nació en Sucre (Bolivia) c. el 30 de enero de 1898 y falleció en La Paz (Bolivia) el 12 de mayo de 1949. Sus padres fueron Francisco Medinaceli Villegas y Carmen Quintana Carrasco. Estudió en el Colegio Nacional Junín (de Sucre) y en el Colegio Nacional Pichincha (de Potosí). Fue profesor en la Escuela Municipal de Cotagaita, en Potosí, en 1917; preceptor en el Colegio Primario de Niños, en Potosí, en 1918; profesor en la Escuela Alonso de Ibáñez, en Potosí, entre 1919 y 1921; y en la Escuela Municipal 1º de Abril, en Potosí, en 1922; fue profesor de Historia y de Literatura y Filosofía del Liceo Sucre de Señoritas, en Potosí, desde agosto de 1923 hasta marzo de 1930; profesor en el Colegio Nacional Pichincha, en Potosí, de 1927 a 1929; en el Liceo de Señoritas La Paz, en 1930; profesor de Historia y Literatura en el Colegio Nacional Pichincha, en Potosí, en 1931; de Castellano en la Escuela Profesional de Señoritas, en Tarija, desde agosto 1932 hasta 1933; de Literatura en el Colegio Nacional Ayacucho, de La Paz, de 1934 a 1936; de Filosofía y Literatura en la Escuela Superior de Maestros, en Sucre, de 1941 a 1942. Fue, además, director de la Revista Gesta Bárbara (de 1918 a 1926) y de La Gaceta de Bolivia (de junio de 1934 a marzo de 1935), oficial de minas en la Prefectura Departamental de Potosí (entre octubre de 1922 y julio de 1923); fundador, director y editor de la Editorial Biblioteca Centenario (entre 1923 y 1926); director de la Biblioteca Universitaria de la Universidad Mayor de San Andrés (en 1930); director técnico de la Revista Universitaria de la Universidad Mayor de San Andrés (también en 1930); secretario de la Asesoría de Límites del Ministerio de Relaciones Exteriores (entre 1933 y mayo de 1934); y senador en la Convención Nacional donde se redacta la Constitución Política del Estado de 1938 (en 1938). Recibió el Primer Premio en los Juegos Florales de Potosí de 1922 por «Las voces de la noche. Diálogo con preludio entre el ruiseñor y el cuervo». Carlos Medinaceli publicó su obra ensayística en artículos de periódicos y revistas, donde creó una prosa cotidiana para conversar, escribir y argumentar en –y con ello, democratizar– la arena cultural: la literatura, la estética y la pedagogía. El sistema literario construido, e incesantemente deconstruido por Medinaceli en sus ensayos, expresa una dinámica de movimientos progresivos, configurante y desconfigurante, a la vez sólida y orgánica, pero vulnerable y revocable. El autor demuestra ser parejamente idóneo en teoría, crítica e historiografía literaria. Se puede discutir sus conceptos de literatura nacional, de nación, de Bolivia, pero no se puede decir que su hipótesis de lo que es la literatura boliviana resulte inviable, como corpus y canon. En La Chaskañawi, Carlos Medinaceli perfecciona la preferencia de los novelistas bolivianos por ubicar el lugar de la imputación en una sede ostensiblemente ficcional, encauzando la acción narrativa según una focalización y perspectiva masculina: el letrado que regresa a un universo del cual el paréntesis del estudio o de la formación profesional lo había sustraído. En su regreso enfrenta a una Bolivia extraña que, si ya no le es más familiar, ahora le resulta menos ajena, un territorio que cuando más advierte necesitado de transformación, más inadvertidamente lo transforma a él. Este punto de vista organizador puede detectarse en La candidatura de Rojas (1909) de Armando Chirveches, en Cuestión de ambiente (1924) de Gustavo Adolfo Otero, en Aluvión de fuego (1935) de Óscar Cerruto, en Los deshabitados (1959) de Marcelo Quiroga Santa Cruz, en Los fundadores del alba (1967) de Renato Prada Oropeza y aun en Felipe Delgado (1979) de Jaime Saenz. Acaso sea excesivo, o anacrónico, enfatizar la sociabilidad masculina de las novelas de esta serie, que solo varía en grado; baste señalar que la de Medinaceli es la única orientada a la mujer, en su protagonista y en su título. Óscar Cerruto afirma: «Carlos Medinaceli era el escritor nato. Las energías de su inteligencia, sus pasiones intelectuales, la organización de su cultura estaban gobernadas por esa vocación esencial. Sabía que la tarea de escribir es un oficio, y quiso desempeñarlo con la artesanía inspirada del arquitecto y del artista, y así el instrumento que manejó, su idioma, se alzaba en su prosa como una sólida torre armoniosa, batida por los vientos de la idea. Y como sabía que el ministerio de la pluma es también una misión, su pensamiento estuvo siempre enderezado como un arte al servicio de las verdades verdaderas».

Bibliografía consultada:
Cerruto, Óscar, «Solemnemente se realizaron ayer los funerales del escritor Carlos Medinaceli», La Razón, La Paz, 14 de mayo de 1949.
Medinaceli, Waldo, «Sumario biográfico de Carlos Medinaceli», en Carlos Medinaceli, La educación del gusto estético, La Paz, Murillo, 1968.
Soruco, Ximena, «Carlos Medinaceli y el ensayo en Bolivia en el siglo xx: la invención de una prosa para todos los días», en Carlos Medinaceli, Ensayos reunidos, 1915-1930. Obra completa, tomo 1, La Paz, Carrera de Literatura UMSA-Plural, 2021.


Autor: Ximena Soruco
Fecha de publicación: 2023.