Nacimiento:

1883, La Paz (Bolivia)

Fallecimiento:

1953, La Paz (Bolivia)

Nacionalidad boliviana:

Por nacimiento

Pintor, novelista, dramaturgo, escenógrafo, actor y activista político. Nació en La Paz (Bolivia) el 14 de octubre de 1883 y falleció en la misma ciudad el 17 de junio de 1953. Sus padres fueron José Borda Gozalvez y Leonor Gozalvez Montenegro, a quienes retrató en la célebre pintura Leonor y José (1943), una obra que, años más tarde, lo hizo famoso fuera de Bolivia y que posibilitó la edición de su obra literaria. Arturo fue el hijo primogénito, le siguieron Héctor, Angélica, Victoria, Henna y Andina. No tuvo descendencia, por lo que su hermano y sus hermanas fueron los que acompañaron su trayectoria, especialmente Héctor quien se encargó de resguardar su archivo personal y entregó los volúmenes mecanografiados para la publicación póstuma de la novela El Loco.
Estudió en el Colegio Ayacucho y el último año de secundaria en el Colegio Inglés. Posteriormente, ingresó en 1904 al Ejército Boliviano, donde llegó a ser teniente 2do. Allí ejerció diversas funciones: desde mensajero, auxiliar de subteniente, hasta auxiliar de tráfico de la Bolivian Railway Co. en Oruro. Paralelamente, también figuró como corredor de comercio en la empresa familiar «Casa José Borda e Hijos» (Bordijos), donde trabajaban principalmente su padre y su hermano. Entre 1915 y 1930 Arturo Borda conjugó su labor intelectual con su producción artística, literaria y su activismo político.
La labor artística de Borda lo acompañó siempre y, hasta donde se sabe, se formó principalmente como autodidacta, sus primeros dibujos con cierto grado técnico datan de 1902 pero se podría decir que desarrolló un primer periodo artístico entre 1905 y 1921 y, a partir de ese momento, otro conjunto de obras preservadas demuestra un segundo momento de labor pictórica intensa entre 1940 hasta su muerte en 1953. Borda exploró una pintura moderna que toca el romanticismo, el realismo simbólico principalmente e incluso el expresionismo, también desarrolló el retrato en diversos estilos y técnicas. Algunos de sus temas predilectos fueron: el universo indio, los paisajes y el Illimani, alegorías religiosas y mitológicas. En 1915 realizó su primera exposición pictórica en el Círculo de Bellas Artes, donde presentó 30 lienzos; pero su primera gran exposición fue en 1917 en el Salón de Estudios del Colegio Nacional Ayacucho, o Salón de la Universidad de La Paz, donde presentó 240 lienzos y vendió su primera obra maestra: El Yatiri (1915), en este periodo también produjo otra de sus obras maestras: El filicidio (1918). Durante el mismo año hubo una tercera exposición en el Palacio Consistorial de La Paz. El éxito de estas exposiciones le permitió planificar su primera exposición en el extranjero en 1919, que se realizó en la galería «Salón Costa» en Buenos Aires, bajo el título de: «Paisajes y costumbres indígenas de Bolivia y algunas alegorías», donde presentó 78 lienzos. A su retorno, pasó por Potosí y se vinculó con el círculo intelectual de la Primera Gesta Bárbara, donde conoció y estableció amistad con Gamaliel Churata y Carlos Medinaceli, entre otros. También presentó su quinta exposición individual en La Paz. Paralelamente a este momento de visibilidad artística, los hermanos Arturo y Héctor Borda se vincularon a la Federación Obrera Internacional (FOI) a partir de 1915. Arturo Borda participó en el aparato orgánico y aportó intelectualmente en diversas publicaciones periódicas, principalmente de línea anarquista, bajo el pseudónimo de «Calibán». Posteriormente, en 1919 los hermanos Borda participaron de la fundación la Federación Obrera del Trabajo (FOT) de Oruro, donde Arturo Borda llegó a ocupar el cargo de secretario general en 1922. En 1919 fundó junto a Angélica Ascui el «Cuadro Dramático Rosa de Luxemburgo» (1919-1929) y el «Cuadro Dramático Luz y Vida» (1919), proyecto cultural dirigido a la clase obrera bajo la idea de la educación popular. En 1925 presentó una exposición de pinturas en la Casa Grande de La Paz, continuó publicando reflexiones políticas en diversos periódicos de La Paz y Oruro, así como en revistas. Borda fue nombrado vocal del naciente Partido de Unión Nacionalista en 1926, organización que surgió en apoyo al gobierno del presidente Hernando Siles (1926-1930), también dirigió el semanario Ideal y Acción por un breve lapso en 1926. Un año después participó de la Confederación Boliviana del Trabajo como representante del directorio general de la Federación Ferroviaria de Oruro. Una de las misiones políticas más destacadas de Borda fue el trabajo de análisis que realizó sobre la seguridad laboral en las minas en 1927 por encargo del presidente Siles, publicó en este mismo año, un folletín de portada enteramente roja titulado: A los trabajadores de Bolivia (1927) que tuvo como objetivo el denunciar las falencias de la Ley del Trabajo y específicamente, las leyes de protección contra accidentes en las minas. En este periodo publicó varios artículos en la prensa planteando las directrices políticas y sociales que debía asumir el gobierno de Siles. De tal modo que, entre 1926 y 1929 cumplió un rol de mediación entre las organizaciones obreras y el gobierno, su línea política en este momento ya adquiere matices marxistas. En 1927 también fue nombrado profesor de anatomía en la Escuela Nacional de Bellas Artes de La Paz, cargo que no pudo ejercer por fricciones con el director de esa institución. En 1928 y ante los conflictos que se desencadenan en el gobierno de Siles y las tensiones con las oligarquías en Bolivia, Borda publicó en la prensa artículos donde propone la necesidad de la nacionalización de algunas empresas estratégicas, así como críticas a la injerencia en el movimiento obrero. La última participación de Borda ante el fracaso del gobierno de Siles y los compromisos incumplidos con la clase obrera fue junto a Angélica Ascui en el Congreso Nacional de Trabajadores en Oruro en 1929 como delegados del «Cuadro Dramático Rosa de Luxemburgo».
Entre 1928 y 1932 intensificó su actividad en proyectos artísticos, específicamente en el cine, colaboró en la película Wara Wara (1930) de José María Velasco Maidana, donde actuó en el rol del «gran sacerdote Waillakuma», diseñó el vestuario y la escenografía junto a Antonio Díaz Villamil, la película se rodó entre 1928 y 1929. Esta primera experiencia en el cine lo llevó a participar de otra película, Hacia la gloria (1932) bajo la dirección de Mario Camacho, José Jiménez, Raúl Durán y Arturo Borda, participó tanto en la dirección como en el reparto, la película se rodó entre 1930 y 1931. Durante el periodo de la Guerra del Chaco (1932-1935) elaboró un conjunto de dibujos, una muestra que se preservó es la pintura titulada: Soldado desconocido (1934). Entre 1940 y 1953, Borda pintó intensamente, una parte de sus obras fue consagrada al diálogo con su obra literaria. En 1945 y 1946 monta dos exposiciones respectivas a cada año. En 1951 monta su Quinta Exposición en el Palacio Consistorial de La Paz y luego, el mismo año, otra Exposición en el Ateneo Aspiazu, donde presentó 200 obras. La obra pictórica de Borda es diversa y no se adscribe a ningún ismo en particular, una muestra clara es otra de sus obras maestras que data de la última etapa. Crítica de los ismos y triunfo del arte clásico (1948). Después de su muerte, se realizó una primera retrospectiva en el Museo Nacional de Arte en 1962.
En 1966 el retrato de sus padres Leonor y José (1943) hizo una gira por distintas ciudades de Estados Unidos en la exposición llamada: Art of Latin America since Independence que comenzó en la Galería de Arte de la Universidad de Yale, para luego pasar por el Museo de Arte de la Universidad de Texas, el Museo de Arte de San Francisco, La Jolla Museo de Arte Contemporáneo en San Diego y el Museo de Arte Isaac Delgado de New Orleans. Para esta ocasión, el crítico de arte John Canaday publicó el 27 de febrero de 1966 el artículo: «Debajo del Río Grande en New Heaven» en el periódico New York Times, donde comenta la calidad de la obra y el artista: «Borda es mucho más que un maestro menor […] un artista de grandes dotes interpretativas y técnicas que se ha formado sin reconocimientos y aparentemente sin ningún interés en tales reconocimientos». Esta notoriedad en el extranjero permitió obtener un aval para montar otra exposición retrospectiva en 1966 en el Museo Nacional de Arte, la publicación de un catálogo y la publicación de la novela El Loco. Además de la instalación permanente de la colección Arturo Borda del Museo Nacional de Arte en 1972 y una última exposición en homenaje al centenario de su nacimiento en el Museo Nacional de Arte en 1983, donde se expusieron obras y objetos del artista. En vida recibió algunas menciones a su trabajo pictórico, la Mención de Honor en 1909 por una obra conmemorativa del Centenario del Primer Grito de la Independencia de Sudamérica, luego en el Centenario del Grito Libertario paceño y el Concurso de Bellas Artes el mismo año.
El proyecto literario de Arturo Borda es continuo y atraviesa toda su vida, la escritura y particularmente El Loco, se constituyen en un espacio de convergencia de todo su pensamiento, allí se encuentra su obra plástica, su reflexión política y su literatura. Una parte de sus textos literarios se publicaron en periódicos, revistas y folletines desde 1913 a 1930, en 1913 publicó bajo el pseudónimo de «Aymara», posteriormente adquirió el pseudónimo de «Calibán» pero también publicó bajo su nombre real. Sobre lo que se había publicado en la prensa y los intercambios personales que tuvo Borda con Carlos Medinaceli, este fue el único que comentó el valor literario de El Loco en la época, en el artículo «Algunas consideraciones acerca de la obra y personalidad de Arturo Borda» (1957), escrito originalmente en 1937, donde dice: «En cambio, la obra de Borda, en pleno modernismo, constituye una excepción y un avance, pues mientras la de los de su generación pertenece ya a un “ayer” hoy superado, la de él, resulta no sólo actual, sino con un valor más porvenirista, porque ha sido nutrida con el jugo de la vida boliviana en lo que ésta tiene de más propio y ha sido humanamente recogida en la experiencia diaria y libremente expresada, en cuanto a la forma». Sin embargo, no fue hasta 1966, año en el que se publicó la primera edición de El Loco que se pudo dimensionar su novela monumental. Esta edición tiene la portada del cuadro El Loco (1953) que el mismo Borda diseñó y pintó para este fin, la edición estuvo a cargo de Teresa Gisbert y José de Mesa. La novela destaca por la complejidad de su personaje principal, El Loco, quien es también un narrador que se va desdoblando en un entretejido de diversos tiempos y espacios. Un personaje que va fluctuado entre sus reflexiones internas, el mundo que observa y el que desea construir/destruir, estableciendo una dinámica de escritura reflexiva y demoledora que se oculta, se niega a sí misma, desafía y revela. Ante la dificultad de su abordaje, tanto por su densidad como por su proliferación discursiva, Marcelo Villena recuerda el punto de partida para leer El Loco: «no pudiendo encajar ni en las enumeraciones meramente cronológicas, ni en la imagen de nuestra literatura concebida como la crónica de tal o cual proyecto de nación, El Loco cuestionaría la suficiencia de dichos firmamentos reclamando, quizás, otras maneras de ver el cielo. Vale la pena entonces considerar aquello que en El Loco (más allá de lo enigmático, caótico, inclasificable y atípico) se hace irreductible a las representaciones». Se podría decir que El Loco es una novela moderna, en ella cohabitan las tensiones de distintas influencias que buscan una forma de expresión rupturista y libre que acompaña el paso del siglo XIX al siglo XX. Entre algunos escritores con quienes intercambió se encuentran: Carlos Medinaceli, José Eduardo Guerra, Juan Capriles, Abel Alarcón, Federico More, Ángel Salas, Alberto Saavedra Pérez, Antonio Díaz Villamil, Gregorio Reynolds, Arturo Pizarroso Cuenca, Francisco Villarejos. Quizás su influencia más relevante hasta el momento se encuentre en el Romanticismo y Misticismo de la obra poética y narrativa de Jaime Saenz, y en la obra poética de Humberto Quino. Luego de que la novela fuera revisada por la crítica literaria a finales del siglo XX, se publicó una antología de El Loco (2012) dentro del proyecto de las «15 novelas fundamentales», Nonato Lyra (2014), Telón lento: Una carta de Arturo Borda a Carlos Medinaceli (2016) y El Loco (2021) 2da edición.



Bibliografía consultada:
Borda, Arturo, «Autobiografía», La Mariposa Mundial nº 22, mayo, La Paz, Plural Editores, 2014-2015.
Canaday, John, «Debajo del Río Grande en New Heaven», Rodolfo Ortiz (trad.), La Mariposa Mundial nº 22, mayo, La Paz, Plural Editores, 2014, pp. 26-27.
Medinaceli, Carlos, «Algunas consideraciones acerca de la obra y la personalidad de Arturo Borda», El Diario, 5 de julio, La Paz, 1953, p. 25.
Pardo Garvizu, Claudia, Los engendros de la imagen, La Paz, Editorial 3600, 2017.
Querejazu, Pedro, «El artista y su obra», en Borda, La Paz, 2017, pp. 23-254.
Roa, Ronald, Arturo Borda: Historia de un artista horriblemente libre, La Paz, Museo Nacional de Arte, 2010.
Vargas Villazón, Fernando, Wara Wara: la reconstrucción de una película, La Paz, Plural Editores, 2010, pp. 55-76.
Villena Alvarado, Marcelo, «Los gestos del perverso», en Las tentaciones de San Ricardo, La Paz, IEB, 2003, p. 43.
Wiethüchter, Blancaet al, Hacia una historia crítica de la literatura en Bolivia, tt. I y II, La Paz, PIEB, (2002) 2003.


Autor: Claudia Pardo Garvizu
Fecha de publicación: 2023.